Ponle freno a la culpa
Mientras columpiamos a nuestros hijos, un papá a quien no conozco me cuenta que en enero su hijo de 1 año empezará la guardería y que tanto él como su mujer se sienten terriblemente culpables por verse obligados a dejarlo tan pequeño.
Mientras charlo con mi amiga un sábado por la tarde, me cuenta que se siente culpable de dejar a sus hijos para estar conmigo, porque durante la semana tiene poco tiempo para ellos.
La primera vez que dejo a mi hijo dos horas en casa de mis padres para ir al cine, bajo el ascensor llorando y me paso todo el camino con un nudo en la garganta. En cuanto termina la película, vuelvo a buscarlo con un cohete en el trasero y las cervicales agarrotadas. También me siento culpable porque quiero trabajar, y porque no quiero trabajar. Y cuando se marcha al parque con su papá por las tardes, me siento culpable porque lo dejo para trabajar.
Todas las mamás se sienten culpables en algún momento, en mayor o menor grado. Es un sentimiento real y poderoso. Para ti tal vez se trate solo de la sensación de que podrías hacerlo mejor como mamá: deberías jugar más con tu hijo, o tener más paciencia, o trabajar menos, o no trabajar y quedarte con él. O, en mayor grado, tal vez sientas que nada de lo que haces como mamá es suficiente. Sea como sea, la culpa te impide disfrutar. Te impide estar presente, aquí y ahora.
¿Y si…?
• ¿…Te reconocieras y aceptaras en tu imperfección? El mito de la madre perfecta es justamente eso, un mito. Acepta que a veces te sientas frustrada, aburrida, agotada por la energía física y psíquica que exige criar a tu hijo. Intenta romper con la disonancia entre lo que sientes y lo que “se supone” que deberías sentir. Acepta que habrá días malos, días en los que preferirías desaparecer. Nada de esto significa que quieras menos a tu hijo. ¿Por qué tenemos tanto miedo de compartir esos sentimientos? Porque rompen con el mito de la madre perfecta que hemos introyectado, es decir, que nos hemos tragado sin digerir. Date permiso para sentir lo que sientas. A veces adorarás ser madre; otras odiarás ser madre; a veces gritarás; otras llorarás; siempre aprenderás y te irás definiendo como madre. Porque no naces siendo madre; es un aprendizaje que dura toda la vida.
Permite que tus hijos vean que eres humana, que tienes defectos, limitaciones, sentimientos. Si dejas de sentirte libre de ser tú misma, si sientes que siempre debes ser coherente, cariñosa, tolerante, justa, que no puedes cometer errores, estás olvidando tu propia humanidad. Permítete ser una persona real.
En ese sentido, quiero recuperar aquí la idea del pediatra y psicoanalista Donald Winnicott, quien habló de “la madre suficientemente buena”: la mamá que no aspira a la perfección, sino que acepta sus limitaciones, está disponible para su hijo, pero es capaz de poner límites y decir no.
• ¿…Dejaras de compararte con otras mamás? Dependiendo de tu estilo de personalidad, la comparación puede llegar a ser corrosiva. Desde mi punto de vista, no existe una manera correcta de ser mamá. En la actualidad, disponemos de tantísima información sobre la forma “correcta” de educar, sobre las distintas maneras de ser mamá, que a veces la presión de hacerlo bien puede llegar a ser mareante. Confía más en ti misma y en tus elecciones y ten la certeza de que lo estás haciendo lo mejor que puedes.
• ¿…Vieras el vaso medio lleno y no medio vacío? Pon la lupa en las cosas positivas. Pregunta a tu hijo qué le gusta de tu estilo personal de ser mamá; seguro que su respuesta te sorprende.
• ¿…Buscaras el apoyo de otras mamás que no te juzguen, que te apoyen, que te ofrezcan su oreja amiga?
• ¿…Te rieras más y desdramatizaras un poco el impacto de cada una de las cosas que haces como madre? Pon las cosas en perspectiva: no vas a dañar irremediablemente la relación con tu hijo, no le vas a traumatizar de por vida solo porque un día se te escape un grito, o porque en determinado momento de tu vida quizá no estés feliz y contenta (con tu trabajo, con tu pareja, con tu vida), o porque no tuviste el parto que deseabas, o porque tienes que llevarlo a la guardería, o…
• ¿…Aceptaras que no estás obligada a convertir cada minuto que pasas con tu hijo en una experiencia estimulante o educativa? Sí, está bien que juegue un ratito solo, o que la media hora que pasa frente a la tele tú la uses para hacer otras cosas.
Ahora, te propongo un experimento.
- Cierra los ojos e imagina la culpa frente a ti. ¿Qué aspecto tiene? (¿Es transparente, sólida, alta, baja, cómo es? Acepta la imagen que te venga, sea cual sea y sin juzgarla.)
- Escribe en un papel: Me siento culpable de… (termina la frase); Me siento culpable cuando… (termina la frase)
- Piensa en la última vez que te has sentido culpable.
- ¿Qué hay debajo de esa culpa? ¿Qué valor (en el sentido de sistema de valores) no estás satisfaciendo, respetando? Dicho de otro modo, ¿qué es lo que realmente te molesta de esa situación? Por ejemplo: Una mamá me dice que se siente culpable de no ir a recoger a su hijo al cole cada día porque tiene que trabajar. ¿Qué hay debajo de esa culpa? ¿Qué valor quieres satisfacer? Su respuesta: “lo que me importa es la conexión con mi hijo, estar en su día a día”.
- El valor que quiero respetar es… (termina la frase)
- ¿Qué vas a hacer, aquí y ahora, para respetar ese valor? Haz una lluvia de ideas sin enjuiciarlas. La mamá del ejemplo dice: “podría dejar de trabajar, o pedir reducción de jornada para estar más horas con mi hijo, o reajustar mi horario algún día de la semana para ir a recogerlo al menos un día…”
- Pasa a la acción y date permiso para soltar la culpa al menos durante una semana.
- Escríbeme si te apetece y cuéntame tu experiencia.
Ahora te toca a ti. ¿Cuándo y por qué te sientes culpable? ¿Qué quieres hacer al respecto? Este es un tema muy sensible, y esta es tu casa. Siéntete libre de compartir lo que quieras.
Un cálido abrazo y hasta la semana que viene.