Hoy voy a responder a la consulta de una suscriptora que me escribió la semana pasada. Esto es lo que me explicaba.
Esta noche me ha pasado algo con mi hijo, en la cama: se ha puesto a llorar de forma muy profunda, me ha dicho que no se quería morir, que no quería crecer, que ojalá todo fuese un sueño. Yo me he quedado muy impresionada porque lloraba con mucha tristeza, con miedo, con impotencia. Lo he abrazado, lo he besado. Al mismo tiempo, no he sabido qué decirle. Qué podía decirle, ¿que todos nos vamos a morir un día? ¡No podía decirle eso! Cuando se ha calmado un poco, le he preguntado qué le había llevado a ponerse así, me ha dicho que a veces sueña que se cae de una farola, que se cae de un piso, que alguien le empuja desde una ventana. Mi hijo tiene 6 años.
Por favor, si me puedes recomendar algo para leer, sobre cómo afrontar la muerte en estas edades, o cómo explicársela, te lo agradecería inmensamente. Hoy me he quedado sin palabras, impotente, y creo que no he estado a la altura. Siento que debía haber hecho algo más, pero no he sabido qué le podía ayudar más en ese momento.
Escucha mi respuesta en el episodio de hoy.
Transcripción del episodio
Hoy voy a responder a la consulta de una suscriptora que me escribió la semana pasada. Esto es lo que me explicó.
Esta noche me ha pasado algo con mi hijo, en la cama, se ha puesto a llorar de forma muy profunda, con mucho sentimiento, me ha dicho que no se quería morir, que él no quería crecer, que no se quería morir, que ojalá todo fuese un sueño. Yo me he quedado muy impresionada, porque lloraba con mucha tristeza, con miedo, con impotencia. Lo he abrazado, lo he besado, mientras estaba llorando. Al mismo tiempo, no he sabido qué decirle. Qué podía decirle, todos nos vamos a morir un día, no podía decirle eso. Cuando se ha calmado un poco, le he preguntado qué lo había llevado a ponerse así, me ha dicho que a veces sueña que se cae de una farola, que se cae de un piso, que alguien le empuja desde una ventana. Mi hijo tiene 6 años.
Por favor, si me puedes recomendar algo para leer, sobre cómo afrontar la muerte en estas edades, o cómo explicársela, te lo agradecería inmensamente.
Hoy me he quedado sin palabras, impotente, y creo que no he estado a la altura. Siento que debía haber hecho algo más, pero no he sabido qué le podía ayudar más en ese momento.
Hablar con los hijos de la muerte nos cuesta por varias razones. Primero, porque no tenemos todas las respuestas. Nos preocupa dar una respuesta incorrecta, o no apropiada, que sentimos que pueda dañar al niño, como demuestra esta madre que cree que no puede decirle a su hijo que todos nos vamos a morir algún día. Segundo, porque la muerte tiende a ser un tema tabú en nuestra sociedad. Tercero, porque hablar de la muerte te obliga a enfrentarte con tu propia angustia, tus propios miedos a la muerte. Si tuviéramos una cultura normalizadora de la experiencia de la muerte, hablar de ella nos parecería natural. Y también porque hablar de la muerte te obliga a resolver tus propios dilemas sobre cuestiones como tus creencias sobre la muerte en relación con la religión, creencias que tal vez no tienes claro cómo comunicar a tus hijos porque ni siquiera tú misma las tienes claras.
Leí en algún sitio que, cuando un niño llega a la mayoría de edad, ha estado expuesto a 18.000 muertes: las muertes que ve en las noticias, en los cuentos, cómics, películas, videojuegos, las muertes de animales que ve por la calle (una paloma o un ratoncito muerto), de sus mascotas, la muerte de alguien conocido y finalmente la de algún abuelo u otro familiar. Por lo tanto, no tiene sentido proteger a los niños de la muerte, ya que la muerte es la otra cara de la vida.
Aunque sobre los 9 años los niños ya entienden que la muerte es un hecho permanente, que la persona fallecida no volverá jamás y que le ocurre a todo el mundo, incluidos a ellos y a sus seres queridos, si no hablamos con los niños de la muerte pueden crear en la fantasía muchos miedos y confusiones. Es importante hablar de la muerte con sinceridad para que no se creen falsas ideas, ni corran el riesgo de generar un miedo que necesite ser tratado. Puedes empezar buscando cuentos y libros apropiados a su edad.
No hay que esperar a que el niño pregunte sobre la muerte o exprese miedo para abordar el tema. Igual que te conté la semana pasada sobre integrar el tema de las emociones en el día a día, puedes aprovechar para hablar de la muerte cuando por ejemplo dais un paseo por el campo: las flores se marchitan, las hojas de los árboles caen… O cuando veáis un animalillo muerto. La muerte es parte de la vida, todo lo que vive muere algún día para dejar paso a otros que vienen.
Responde a todas las preguntas que te haga sin restarle importancia ni etiquetarlas de tontería. Los niños pueden llegar a hacer preguntas muy concretas sobre cualquier tema. Por ejemplo: ¿Qué pasará con mi piel y mis huesos cuando muera? ¿Me convertiré en un fantasma cuando muera? ¿Cómo es un cuerpo muerto? ¿Cómo es estar dentro de un ataúd? Si en algún momento no sabes la respuesta a una pregunta, contestas con sinceridad, “No lo sé, pero podemos buscar esa información juntos si quieres”. Esto suele ocurrir muchas veces cuando los niños mayores preguntan si crees que hay cielo e infierno, y si crees en Dios, o cuando preguntan adónde vas cuando mueres. En ese caso, puedes decir que no lo sabes y nadie lo sabe, pero que algunas personas creen que pasas a una forma de vida diferente, y le puedes ir explicando las diferentes creencias según las distintas tradiciones, y luego puedes preguntarle qué opina él.
Yo le regalé a mi hijo un librito para Reyes este año que es muy sencillo pero interesante y se titula La vida y la muerte, primeras preguntas. Te pongo el enlace abajo por si lo quieres ojear. Lo hemos leído juntos y hablamos de cada sección, le explico y generamos una conversación interesante. Un libro te puede servir de apoyo si hablar de la muerte así a pelo te genera ansiedad, o sencillamente no sabes por dónde empezar.
Es importante hablar de la muerte con naturalidad para no darle la impresión de que es un tema tabú, o que perciba que algo malo hay en este tema que mi madre está incómoda hablando de él.
Si el niño te pregunta si él va a morir o si tú vas a morir, le puedes responder sin mentir que todo el mundo muere algún día, pero que esperas morir dentro de muuuchos años, cuando él ya sea mayor y quizá tenga sus propios hijos, y que con toda probabilidad él también morirá cuando sea muy anciano y haya vivido muchísimas experiencias. Esta es una manera de terminar la conversación con una nota positiva, es decir, sí morirá algún día, todos lo haremos, pero le esperan grandes cosas por vivir, y que es fantástico que os tengáis y podáis disfrutar ahora de la vida juntos.
Algo importante que conviene evitar es el uso de metáforas para hablar de la muerte, sobre todo las relacionadas con el sueño, como decirle que tal persona ya está descansando, o durmiendo, que morir es como dormir o algo similar. Pero también hay que evitar decirle que tal persona “se ha ido al cielo”. Este tema lo tienes un poco más ampliado en el post que te he comentado antes. Hoy me interesa centrarme más en otro aspecto.
Lo que quiero decirle hoy a esta madre en concreto y a ti también que me estás escuchando es que podemos darle la vuelta a la tortilla y en vez de temer las conversaciones sobre la muerte, podemos usarlas como trampolín para hablar de cómo vivir nuestra vida con mayor sentido, con gratitud e intentando cultivar el optimismo.
Claro que puedes decirle que todos moriremos algún día, pero en lugar de quedarte ahí sigue hablando del tema y dile, por ejemplo, que es bueno aprovechar la vida que tenemos y agradecer que estamos en este mundo y mostrar gratitud por todo lo que tenemos y por todo lo que podemos vivir y experimentar cada día. Le dices qué cosas agradeces de tu vida y luego le invitas a que él te diga todo lo que agradece de su vida. Y no solo de su vida en general, sino del día de hoy. Esta es una práctica que puedes incorporar por las noches, cuando le acompañas para el cuento o para lo que sea. ¿De qué estás hoy agradecido? Por ejemplo, fulanito, yo hoy estoy agradecida porque he salido a la peluquería y he charlado un rato con una peluquera muy amable. Qué bueno es contactar con las personas. También estoy agradecida de que hoy ha hecho un bonito día de sol, y al ir por la calle el sol de daba en la cara y era muy agradable. Estoy agradecida de estar ahora aquí contigo compartiendo este rato y charlando. Tengo mucha suerte de que seas mi hijo. Y tú, ¿qué agradeces del día de hoy? Como ves, no tienen que estar agradecida de cosas complejas, sino de aquellas cosas del día a día a las que no damos importancia: un bonito día, una charla reconfortante, haber ayudado a alguien, el gazpacho tan bueno que me he comido hoy… La idea es que el simple hecho de estar vivo es una maravilla de la que debemos estar agradecidas cada día.
Un ritual que te ofrezco por si te sirve es que cada día a mi hijo cuando se levanta y cuando se acuesta le recuerdo lo agradecida que le estoy a la vida porque él sea mi hijo. ¡Qué suerte tenerte en este mundo! Como con cualquier cosa que hacemos, lo importante es modelarlo para que puedan copiarlo.
RECURSOS MENCIONADOS EN EL EPISODIO
El libro La muerte y la vida. Mis primeras preguntas.