Hoy te propongo un ejercicio de gratitud,  que es una forma tremendamente bonita, fácil y beneficiosa de practicar el autocuidado emocional, algo que olvidamos hacer cuando estamos inmersas en el ritmo frenético y caótico de las obligaciones diaria y que sin embargo es crucial, es vital, para disfrutar de esa paciencia que tantas veces nos falta y que tanto querríamos tener en la relación con nuestros hijos. Escucha todo el episodio ahora.

En la relación con tus hijos, que tantas veces resulta agotadora, que está llena de demandas continuas y cambiantes y en la que imagino que pierdes la paciencia muchas más veces de las que te gustaría, es vital, es crucial, que practiques el autocuidado. El autocuidado es un elemento imprescindible para que disfrutes de una crianza serena. Se trata de cuidar a la cuidadora, como se suele decir en lenguaje médico. Cuando sientes bienestar interno, esto impacta en tus hijos porque eres más generosa emocionalmente. Solo puedes dar lo que tienes dentro.

Y, sin embargo, la mayoría de nosotras vivimos en constante estrés. Muchos días nos despertamos deseando que la vida sea diferente. No es de extrañar que perdamos la paciencia con nuestros hijos. Y luego nos sentimos aún peor. Por desgracia, el remordimiento, la vergüenza y la culpa no cambian nada sino que empeoran la relación con tus hijos, porque no puedes ser emocionalmente generosa cuando te sientes culpable. ¿Qué pasaría si, en cambio, pudieras encontrar una manera de sentirte serena, tranquila y a gusto con tu vida con mayor frecuencia? Es posible. No todo el tiempo, por supuesto, porque la vida no funciona así. Pero sí que puedes encontrar una manera de ser más positiva más a menudo.

Una forma tremendamente bonita, fácil y beneficiosa de practicar el autocuidado es incorporar una actitud de gratitud, algo que olvidamos hacer cuando estamos inmersas en el ritmo frenético y caótico de las obligaciones diarias. Las investigaciones muestran que la práctica de la gratitud aumenta de forma inmediata tus sentimientos de felicidad y positividad. La gratitud fortalece el vínculo con tus hijos porque funciona de forma bidireccional: practicar la gratitud hacia tus hijos hace que se sientan valiosos a tus ojos, y ellos a su vez te devuelven gratitud.

 

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Ahora, te propongo un ejercicio para iniciarte en la práctica de la gratitud. Repite estas frases después de mí. Voy a leerlas muy poco a poco para que tengas tiempo de repetirlas.

 

Tengo mucho por lo que estar agradecida. Por la alegría y el amor que traen mis hijos, por el dulce olor de su cabello y el tacto suave de su piel. Por la primera vez que me sonrieron o caminaron hacia mis brazos. Por el significado que le dan a la vida. Por recibir mi amor y mis lecciones. Por ser quienes son, por darme su amor y sus lecciones. Tenerlos es un milagro, y el resto es secundario. Me aprecio a mí misma. Por el amor que les he dado a mis hijos, por todos los pañales que cambié, por todos los platos que lavé. Por las largas horas que he trabajado, por los esfuerzos que he hecho, por las muchas veces que he sido paciente, por todas las veces que he dado más cuando pensaba que ya no me quedaba nada más por dar. Aprecio a mi pareja. Por la forma en que me ha amado, por el compañerismo. Por los momentos de apoyo, de comprensión y empatía. Me siento agradecida por la vida que ya he tenido, por las buenas partes de mi infancia, por todo lo que he aprendido, por los buenos amigos y las bellas vistas. Por el techo sobre mi cabeza y el pan en mi mesa, por poder tener una vida más sana, más larga y más libre de lo que la mayoría de la gente ha soñado. Por este hermoso mundo, donde cada respiración es un regalo del aire, cada amanecer un regalo de la luz. Por las plantas y los animales que mueren para que yo pueda vivir. Por los extraordinarios dones de la evolución que llevo en cada célula de mi cuerpo, por las capacidades acumuladas durante tres mil quinientos millones de años de presencia de vida en nuestro planeta. Me siento agradecida por las maravillas del universo, por todos los átomos de mi cuerpo, el carbono en mis huesos, el oxígeno y el hierro en mi sangre, que nacieron en el corazón de una estrella en explosión hace miles de millones de años, para formar un sol y planetas, para formar la mano que sostiene este libro y el ojo que lee esta palabra. Por la sabiduría, por lo sagrado, por este momento, este aliento, esta vista. Por cada cosa buena que fue, y por lo que será.

 

Ahora, dime en el espacio de comentarios cómo te sientes después de esta práctica.

¡Te envío un cálido abrazo y hasta la próxima!

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