Pregunta a cualquier madre, de Nueva York a Tombuctú, cuál es su mayor deseo para sus hijos, y todas responderemos lo mismo: que sean felices. Felices por encima de todo.
La mala noticia es que nosotras no podemos hacer que sean felices; la buena, que podemos hacer muchas cosas para alentarlos a que lo sean.
Algunas (tan solo algunas) cosas que puedes hacer:
1. Disfruta haciendo de madre
Es fácil olvidar las recompensas que nos aporta el ser madres cuando nos enfrentamos a las dificultades que van apareciendo en las diferentes edades de nuestros hijos, además de las responsabilidades familiares, la falta de tiempo y el ritmo trepidante de nuestras vidas. Párate un poco, mira y escucha y, sobre todo, está presente.
Haz un esfuerzo consciente por disfrutar, por tomarte las dificultades con un poco más de humor (todo pasa, todo pasa).
Pregúntate cada día: ¿Cómo puedo disfrutar de mi hijo hoy?
2. Dile que le quieres y demuéstraselo
Las palabras son muy potentes. También las acciones. Si te cuesta expresar tu amor por tus hijos, pregúntate: ¿Cómo puedo expresar hoy mi amor a mi hijo para que se sienta amado?
Por descontado, decirle que le quieres está genial, pero ves más allá y piensa ahora mismo en maneras de demostrarle a tu hijo tu amor sin palabras.
3. Intenta no abusar del elogio
Todas sabemos que la autoestima y la felicidad van de la mano, pero podemos caer en el error de pasarnos el día elogiando cualquier cosa que hagan nuestros hijos. Y puede ser contraproducente. Ama a tu hijo porque es, no por lo que hace.
Elogia el esfuerzo. Elogia la creatividad, la persistencia necesaria para lograr un objetivo, no el resultado.
Los expertos aseguran que elogiar características específicas como la inteligencia o la belleza pueden llegar a socavar la autoconfianza de un niño, pues percibirán que se los valora por algo que escapa a su control.
Hablaré más de este asunto en próximos artículos.
4. Enséñale a tu hijo que la felicidad no se compra
Que vivimos en una sociedad consumista no es ningún secreto. Nuestros hijos reciben una avalancha de mensajes sobre la importancia de ganar mucho dinero y poseer muchas cosas materiales. Seguro que alguna vez tu hijo ha venido del cole diciendo que quiere la misma no-sé-qué-último-modelo que tiene su amigo.
Resulta muy difícil contrarrestar estos mensajes, pero debemos hacerlo de forma directa y, por supuesto, servirles de modelo.
5. Enseña a tu hijo a desarrollar gratitud
“Tendemos a olvidar que la felicidad no llega cuando conseguimos algo que no tenemos, sino cuando reconocemos y apreciamos lo que tenemos.” Frederick Keonig
Las personas felices son personas agradecidas. No al revés. O sea, no esperes a ser feliz para estar agradecida. Esa es la manera en que tu hijo aprenderá a desarrollar gratitud también, modelando tu ejemplo.
6. Sé feliz tú
¡Glups! Seguro que ya lo sabes, pero por si acaso, te recuerdo que tu hijo es tu espejo. Tu espejo. Tu hijo aprenderá qué es esto de la vida a través de ti, aprenderá cómo ser feliz o cómo no serlo.
Es mucho más probable que tus hijos sean felices si tú lo eres. Parece tan evidente, y sin embargo lo pasamos tanto por alto.
El mejor legado que les puedes dejar a tus hijos es ser feliz, estar a gusto en tu piel.
Si te interesa saber cómo puedes ser tú más feliz, te invito a que visites la sección Consulta para mamás.
Estas son solo algunas ideas (la punta del iceberg) para contribuir a la felicidad de tus hijos. Lo que me encantaría ahora es conocer tu opinión. ¿Qué cosas haces tú para contribuir a la felicidad de tu hijo?
Deja un comentario abajo, por favor. Tu experiencia nos ayuda y enriquece a todas. ¡Creemos una comunidad de madres que se ayuden desde el respeto!
Muchas gracias por leerme y por contribuir, y hasta la semana que viene.

La verdad es que en esta vida tan atropellada que llevamos no hay tiempo para nada… Nos dejamos llevar por el dia a dia, por la subsistencia, las comidas, los baños, la ropa, el trabajo… Me ha gustado mucho leer tus aportaciones. Estoy muy de acuerdo en eso de que no podemos hacer que nuestros hijos sean felices, pero que somos su espejo… Eso lo olvidamos tantas veces…
Un abrazo a todas,
Ana